7 de julio de 2012

Habitarnos




Son muchas las " cosas" que pueden obnubilarnos. 
Desde los contenidos de una vidriera luminosa hasta la marquise de chocolate o una pizza. 
Nuestro impulso nos lleva a ellas, como un bicho que buscando la luz, sucumbe. 
En muchas ocasiones convertimos a esas cosas en nuestras. Incorporándolas, las llevamos a nuestros hogares, las alojamos en nuestros cuerpos, las ponemos entre nosotros mismos y los otros. 
Las cosas comienzan a multiplicarse y ocupan espacios, las acogemos en nuestro interiores. En ocasiones, se convierten en inquilinos que se establecen, llegando a ocuparlo todo, dejándonos poco lugar para nosotros mismos, hasta el punto de olvidarnos que el hogar era nuestro, que el cuerpo éramos nosotros. 
Desde algún mínimo rincón llega una voz. Alguna forma en que protesta el cuerpo que se siente abotagado. Con suerte, nos avisa que lleva demasiada carga. Que solo puede llevarla pagando por el precio de su inmovilidad, de su mutismo, de su tristeza, de su abandono. 


A veces ni siquiera vemos las cosas, solo las miramos. Queremos incorporarlas sin pensar. Tragarlas, tenerlas dentro.No hay freno para este impulso que funciona en automático. ¿ Cómo separarnos de ellas, si hasta parece que las queremos? Nos hemos acostumbrado a ellas como un esclavo a su amo. Nuestra relación es tan directa que parece que nada se interpone entre esas cosas y nosotros. Es tan próxima esta relación, tan íntima, que ya ni nos preguntamos si las deseamos, y nos averguenza pensar que no podemos vivir sin ellas . Las cosas se hacen poderosas, nosotros nos debilitamos, les tenemos miedo, nos sentimos impotentes ante su presencia. 
Nos hacemos adictos sin quisiera darnos cuenta. 


Pero si la voz, la que viene del rinconcito, esa que no queremos ni oír, se intensifica promovida por la fuerza de algún tipo de dolor ( de cabeza, de pies, de columna, del alma...) logra atravesar nuestra sordera y se hace escuchar, nos obliga a preguntarnos: -que nos está pasando? ¿ Cómo aliviar este malestar? 


La respuesta, aparentemente simple, dicha desde este lugar del darse cuenta, no resulta tan fácil de alcanzar. 
-Aliviar el cuerpo, sacarle carga, peso, cosas.. 
-Aligerarlo, liberarlo de la esclavitud de las cosas, para que fluya libre. 
-Alistar al cuerpo, para que atento atienda sus verdaderas necesidades. 
-Alimentarlo, hidratándolo, lubricándolo, nutriendolo, para energetizarlo. 
Y las emociones,las ansiedades, las sensaciones, -Donde están? 
¿ Qué lugar tienen? ¿ Son indeseables? 
No.. son la voz de nuestro cuerpo. Nos informan. Nos avisan acerca de qué nos duele, qué nos cansa, qué nos estusiama y qué nos interesa. 
Y si no las atendemos, se concentran, se amargan, se avinagran, se hacen efervescentes y estallan. 
Toman una forma monstruosa, se disfrazan y las tememos. Las desconocemos. 
Deseamos aplacarlas... ofrendado más y más cosas. 
A veces se callan. Solo por un rato, un momento, un instante y luego vuelven a crecer y crecer. 


¿ Y si miramos a nuestros monstruos? 
¿ Si les preguntáramos qué quieren, qué necesitan, qué nos piden? 
¿ no veríamos a las emociones discriminándose, separándose? Y así podríamos identificarlas y modularlas. Acogerlas como visitantes pasajeros que nos enseñan algo y se van, dándonos lugar para nuevas vivencias... nuevas escuchas, nuevos movimientos. 
Movimiento y palabra. 
Ambos emergen como un impulso desde el interior del cuerpo. O como una reacción de respuesta a lo que el mundo ofrece. En su camino hacia el mundo atraviesan la piel, y aunque no lo busquen, informan, comunican. Tocan a otro.  Contactan, acarician, detienen. 
Son infinitas las acciones que su combinatoria produce. Exquisitas formas, manifestaciones de la vida. 




Disponer de voz, de un amplio espectro de movimientos posibles, nos devuelve el cuerpo, nos entrega a la vida. Como siempre, inaprensible. Solo presta para ser vivida. 
La bolsa o la vida. 
¿ Que elegimos? 
¿ Seremos nuestros propios ladrones? ¿ nuestros propios carceleros?
- O danzaremos los matices de nuestro modo de vivir la libertad? 
Justamente hoy sabemos, de los efectos de los acopios, la acumulación, la voracidad, la lujuria, el consumo.. nos producen. 
Justamente hoy sabemos, de los despojos, la deprivación, marginación, lo que las carencias más absolutas, nos causan. 
Juguemos, bailemos balanceando nuestras entradas y salidas. 
Intentemos equilibrarnos. 
Seremos más justos, más vivos, más felices. 
Estaremos más satisfechos. 
Y mientras vivamos así, podremos decir que nuestra tarea está siendo cumplida. 

Dra. Diana Fischman, ADTR. 








2 comentarios:

Diana Laura dijo...

Aplaudo estas sabias reflexiones donde me reconozco víctima de tantas dominaciones.
Saludos

Unknown dijo...

Interesante blog, en especial por los puntos importantes que aportas, es cada vez más difícil interesarse por blogs y que hablen de temas interesantes.

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